
Estimada gamba:
Pues sí, han sido exactamente dos meses sin saber nada de vd. Bueno, si le soy franco, es vd. la que no ha sabido nada de mí, pero como yo soy humano, es común en mí mentir y darle la vuelta a las cosas para que usted se sienta culpable y mi ego suba unos puntos más, que ya sabe que eso nos encanta a nuestra raza.
En fín, que han pasado muchas cosas: Ahora soy propietario de un precioso chalet en el centro de Madrid; bueno, no es precisamente un chalet ni es muy céntrico, pero si cierras todas las puertas y apagas las luces, da una sensación de amplitud impresionante. Tampoco es que yo sea propietario, ya sabe que eso son cosas del banco y tal, y que supongo que en un par de meses estaré recogiendo cartones gracias al euribor, ¿Se puede vivir a base de patatas fritas y cerveza?
Eso sí, me encanta mi nuevo barrio; me siento como el tipejo ese del anuncio de cerveza que va con dos botellines en la mano al ritmo de la musiquilla de Tiga mientras el fondo se hace luminoso y bucólico, vamos que es como un anuncio de compresas pero en plan techno-pop y sin manchar trapos con líquidos azules. Yo me paseo entre pintadas, parquímetros reventados e inmigrantes mientras tarareo cancioncillas positivas camino del supermercado a comprar “repuestos críticos” como el papel higiénico (que eso de poder ver la tele sentado en el wc –imagínese el tamaño del pasillo- ha disparado el consumo) . Claro que repuestos críticos, lo que se dice críticos, sólo eran el colchón, la televisión e internet.
¿Vacaciones? Para nada, daré el callo todo el verano y me quedaré en casa para, desde el balcón, aprender las pautas de conducta de los ciudadanos de la capital. Además, me queda dinero para comprar un bono de 10 viajes para el metro. Con franqueza, lo bueno, bueno de mi barrio es que tiene al menos cuatro cervecerías irlandesas.
Pues eso, que estoy superfeliz de estar por aquí de nuevo.