Alone in the dark

No, no es "Encuentros en la tercera fase", es mi nueva lámpara

Tengo que hacer tantas cosas al día, que nunca me da tiempo de hacer nada. Claro, que "hacer nada" es una de las cosas que quiero hacer y que no me da tiempo tampoco, y hacer nada es lo que más me gusta. Vivir solo es lo que tiene.

Hay dos opciones de organizarse cuando uno vive solo (cosa que, por otra parte, nunca me había pasado): una consiste en tener un caos total y la otra en ser un fanático de la escoba y los posavasos; yo he conseguido tener un equilibrio delicado entre ambas opciones, algo así como un caos organizado: las cosas están revueltas, pero se sabe en qué parte están, y en cada mesa hay un posavasos.

La cocina es mi caballo de batalla: Siempre hay una cacerola que se cae cuando se abre un armario y los ganchitos esos que se pegan a la pared para colgar paños de cocina son un timo, siempre se están soltando. He llegado a llevar durante dos días un gachito esos pegado al lateral de la zapatilla sin darme cuenta.

Mas o menos sé organizarme porque cuando vivía en pisos compartidos mi rol era el de "madre protectora" (están el de madre protectora, el padre pasivo, el abuelo gruñón, y los hijos: el bobo, el pasota, el tranquilo, el hiperactivo y el destructivo), yo organizaba la limpieza, hablaba con el casero, pagaba facturas y decidía cuándo tirar los huevos pasados de fecha a la basura.

Pero la liberación viene con el taladro: El poder de hacer agujeros sin miedo por todas las paredes de la casa da un poder inimaginable, incluso estoy planteándome tener "la pared de los agujeros", algo así como un stand de la feria de ARCO donde plasmar la impronta diaria de el sentido talaédrico.

No sé a qué a venido esta reflexión, pero sólo digo una cosa: Vivo solo y vivo bien.