
Hace no mucho escribí acerca de los ridícula que me parecía a veces la vida, de lo complicado y a veces sorprendente que resultaba levantarse y echar a andar el día a día, y lo titulé "Viviendo en casa de Escher". Pues hoy estuve realmente en casa de Escher. La fundación canal de Isabel II me envió un par de entradas para la exposición de Escher "en agradecimiento a mi reducción de consumo de agua realizado en 2006", claro que ahora espero que la fundación Mahou, si existe, me envíe otro par de entradas, en agradecimiento al crecimiento de ventas gracias a mí (la fundación "ron Brugal" debe hacerme directamente un monumento).
Pues bien, ahí estaban los grabados míticos de Escher, convenientemente explicados con audiovisuales y acompañados de un par de montajes bien realizados. Lástima de tanta gente, que entorpecía el movimiento y restaba enteros a la ambientación tan cuidada.
Luego sales de la magia y vuelves a la realidad, al mamoneo continuo, a los gritos, a la celeridad y la falta de paciencia. Escher era más matemático que artista, lo contrario al caos, buscando un arte perfeccionista aunque basado en lo onírico, una utopía. La utopía no se consigue nunca, que para eso es utopía, que supongo que es de lo que estamos necesitados hoy en día.
La realidad nos devuelve a la monotonía, y eso es lo que hay que olvidar. Seamos originales, digamos lo que pensamos, busquemos la paz en el mundo y bla blabla